lunes, 30 de marzo de 2009

Estruendo, silencio, llantos...

Se levantó, un frío invernal cubría la habitación, era Marzo; miró el calendario después de apagar el despertador, como venía haciendo desde que cumpliera dieciocho, era día 11. Hoy tenía un examen, el último de la carrera. Había estudiado, mucho, y hoy lo demostraría. Estaba preparada para dejar ese trabajo en el bar de sus padres y dedicarse única y exclusivamente, a su carrera como relaciones públicas.
Mientras se daba una ducha matutina, escuchaba sus canciones, el disco que su novio le había regalado por su cumpleaños, hacía dos semanas. Ayer habían discutido, pero algo le decía que en 10 minutos se volverían a encontrar, en el metro, y se reconciliaría.
Miró el reloj, se le había hehco tarde pensando en su novio, en la fiesta que le esperaaba ese fin de semana, en que , por fin, hacía su último examen; no le daba tiempo a desayunar "ya comeré algo después del examen, pensaba inquieta.
Salió de casa, siempre con prisa, cerrando con dos vueltas de llave la vieja puerta de madera. "A no ser que traigáis un órgano como justificante de que no pudistéis hacer el examen, no se repetirá", las palabras de su profesor rebotaban en su cabeza.
Corriendo iba a entrar en el metro, estación de Atocha; de lejos observó un gran ramo de flores "ojalá fuera para mí", vio a una mujer con un bebé en los brazos entrando por la boca del metro; cruzándose con ella una mujer embarazada salía de allí.
Poco a poco iba vislumbrando un hombre detrás del ramo de flores: su novio estaba allí, pidiéndole perdón.

-Amor, no vayas a clase, vamos a tomar algo.
-No puedo tengo exámen.
-Por favor, llegaremos a tiempo, sólo faltarás a primera hora.
-Bueeeeeeeeno, si me miras así... Pero rápido, ¿eh?
-Que sí pesadilla.

Se besaron y se acercaron a una cafetería cercana. Veían a mucha gente entrando y saliendo del metro. Se miraban, se besaban y se volvían a mirar. Ella no dejaba de mirar el ramo que su chico le había regalado, 10 rosas rojas y 3 negras, como a ella le gutaba...
Recogieron sus cosas, se disponían a salir de la cafetería cuando sonó ese fuerte estruendo, luego un silencio sepultral y por último llantos...
Se miraron, se abrazaron y él le dijo que irían a la universidad en su coche. Llorando llegarona al campus, era tarde para llegar al examen; abrió la puerta.
Cien miradas dirigidas a ella buscaban una excusa, un porqué, o igual, un órgano en un botecito... Ella llegaba tarde, ella no tendría oportunidad de repetir el examen....
Sólo una pregunta rompió ese incómodo silencio:

-Ver la muerte, ¿cuenta como excusa?, profesor...

Y un llanto...Un llanto interminable...

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